Comienza la
semana en Santiago. Son las cinco de la mañana. Como este es un diario deberé
ser fiel a los acontecimientos de modo que hago una minuta para ver cómo va a
moverse la cosa (¿?). Me sucede, entonces, que me dan ganas de levantarme a
tomar desayuno y eso hago. Siento en el corazón la alegría de estar vivo y de
ser un viejo que todavía quiere hacer cosas. Estoy escribiendo en décimas y si
no sabes lo que es eso algún día te lo voy a contar. Estuve algunos años sin
hacer nada y me anduve oxidando un poco, de modo que no es tan fácil retomar.
Saludo a la Cabectra, a la María Mercedes, y a mis amigos jugadores de cartas
del Sindicato (aunque eso debería ser para el Zorro Filoso)…
Eso…
Eso…