Me sucede que
a veces estoy leyendo a los grandes pensadores y filósofos de la historia y
descubro que han dicho muy poco. Tal vez porque no han descubierto más o porque
se han guardado las verdades trascendentales y nos mantienen convertidos en
corderos productores de lana y de carne para la mesa de alguien que sí sabe.
Entonces me sucede que me descubro suponiendo y, como sé que no se debe
suponer, no estoy satisfecho de mí. Recién veo, en la catedral de la capital de
mi país, al niño Jesús con una estrella invertida en el pecho y me sucede que
no entiendo eso porque hasta donde yo sé ese es un pentáculo utilizado por las
sectas satánicas. Entonces me sucede que vuelvo a suponer y no me gusta mi
mecanicidad. Quisiera ser más libre y poder lograr el vacío necesario, en mi
mente, para distinguir una cosa de la otra y no ver al mundo como un
amasijo de asuntos que no tienen sentido. Entonces me quiero quedar dormido y
no despertar pero, al mismo tiempo, quiero despertar y no volver a quedarme
dormido. Ahí es cuando me sucede que descubro cosas y sigo durmiendo, tal vez
para no hacerme responsable de mis descubrimientos. Se está acabando el año,
entonces me sucede que he envejecido otro poco y que mañana me pasará lo mismo.