Me sucede que a veces
estoy sentado a la orilla de un río escuchando a la naturaleza y me sobrecoge
la cantidad inmensa de sonidos que hay en lo que parece el gran silencio. Me
sucede, entonces, que experimento aquello de lo que tanto escucho y leo. La paz
no es otra cosa que quedarse callado escuchando lo que los árboles, o el río,
tienen que decir. Entonces me sucede que soy feliz unos minutos y quiero que mi
mujer esté conmigo para disfrutar, juntos, este momento mágico. Me sucede,
entonces, que comprendo aquello de que “hombre y mujer unidos” son un todo que
puede experimentar la magia, indescriptible, de estos momentos que Dios puso a
nuestro alcance y que jamás vemos, como no sea en una tarde como esta cuando
sólo está la mitad del equipo.