domingo, 27 de diciembre de 2015

PIENSO

La tarde de fomingo se arrastra lentamente y calienta los techos de las casas y las cabezas de los paseantes y las de los miles de muchachos que se amontonan en la Estación Mapocho para inscribirse en la educación gratuita que debuta en el país. Tengo mucho silencio en el alma. Recién leí un correo de mi hija que vive en Miami y me hizo muy bien. Me gusta ser el papá de esa hija, también me gusta ser el papá de la que vive en París y sigue teniendo guaguas francesas, de la que vive aquí, de la otra que no engendré pero que es igual, etc. También me gusta ser el papá de mis hijos, de los que engendré y los otros. Pensándolo bien este fomingo, sin darme cuenta, se transformó en un domingo de verano donde la gente baila en las piletas de agua y canta en los cerros y en el parque.