Me sucede que a veces los aeropuertos me
producen une suerte de felicidad que no es fácil de explicar. He llegado a
sentirme tan cómodo en la sala de embarque que puedo pasar horas esperando una
combinación de avión o, simplemente, esperando embarcar en un vuelo ordinario
rumbo hacia alguna parte donde ya he estado o donde voy a estar por primera
vez. Entonces me sucede que me paseo por los interminables pasillos, subo y
bajo por las escaleras mecánicas, me meto a las librerías y miro libros. Me
sucede, entonces, que recuerdo cuando decidí comprar un libro cada vez que pisara
un aeropuerto y así armé mi biblioteca que ya está formada así es que ahora no
compro y sólo miro y huelo libros nuevos y me gusta hacer eso. Entonces me
sucede que me doy cuenta que ya no es mi tiempo de Rodoviarios de buses o
estaciones de tren y que viajo en avión más veces que en ningún otro medio. Me
sucede entonces que me doy cuenta que el tiempo pasó y que “los de entonces ya
no somos los mismos”.