Me sucede que a veces escucho a alguien decir
exageradamente alguna cosa, agregándole detalles que el asunto original no
tenía. Entonces me sucede que quiero intervenir porque la cosa va a tomar un
rumbo inadecuado ya que se va a basar en algo que no es y me sorprendo
preguntándome si debo o no intervenir. Si no intervengo aquello tiene muchas
posibilidades de convertirse en un fracaso y si intervengo nunca sabré qué va a
pasar e incluso corro el riesgo de fracasar también y entonces tendré que
hacerme cargo de la responsabilidad de dicho resultado. No tengo ninguna
alternativa de explicar que el asunto iba a fracasar igual porque no estaba
planificado y termino quedándome callado y cargando con la responsabilidad de
haberlo podido hacer posible, con éxito, si hubiera hablado. Entonces me sucede
que me sorprendo recordando una vieja frase que dice: “Si lo que vas a decir no
es mejor que el silencio, no lo digas”. Pero nunca sé si lo que voy a decir es
mejor o más malo que el silencio. Entonces me sucede que comprendo que no sé
discernir y que es en ese punto de mis carencias donde debo trabajar. Me sucede
que a veces me pongo exigente conmigo y me obligo a ser mejor y eso no está
bien porque todo aquello que es obligado jamás se realiza o jamás llega a buen
término. Entonces me sucede que me doy cuenta que me estoy metiendo en un lío y
que no sé cómo salir de él.