Me sucede que a veces tomo decisiones que nos son las mejores y, aunque
no me arrepiento de haberlas tomado porque de los errores se aprende, trabajo
arduamente con mi voluntad para corregir el rumbo haciéndome cargo de mis
equivocaciones. Esto se nota poco porque es un trabajo interno que no influye
en la opinión de aquellos que me rodean porque no lo ven y, para ser más
exactos, ni siquiera sospechan lo que está ocurriendo. Entonces me sucede que
sigo apareciendo como el tipo que no toma las decisiones correctas. Después,
cuando se ha enmendado el rumbo y corregido los errores ya nadie se acuerda de
cómo empezó todo así es que no le dan mérito al tremendo trabajo de voluntad
que hubo que hacer para que todo marchara bien. Parece ser que cuando no hay
roces o situaciones peligrosas, de riesgo o conflictivas, nadie le da trabajo a
la cabeza y todos se dedican a gozar de los beneficios o utilidades que tal o cual decisión generó.
Entonces me sucede que quiero hacer las cosas bien desde el comienzo, pero si
así ocurriera me perdería la maravillosa posibilidad de aprender.