Me sucede que a veces voy volando a bordo de un
avión, a mucha altura, y descubro que apenas me he despegado de la tierra.
Entonces me sucede que asumo la tremenda soberbia del hombre que, a pesar de su
pequeñez, quiere erigirse como el gran señor de la creación y socava, depreda,
mata y hiere al planeta en busca de riquezas que sólo tienen valor para él. Me
sucede, entonces, que reparo en las noticias que dicen acerca de un mineral de
oro, al que han dado en llamara “Pascua Lama”, y que ya ha sido autorizado por
los organismos correspondientes para que empiecen las faenas de construcción y
de nada han valido las voces de alerta de los ambientalistas que ven peligrar
los pocos glaciares que van quedando y que son el preciado futuro para la
supervivencia del planeta. Entonces me sucede que veo, una vez más, al hombre
enceguecido por su afán de riquezas que sólo tienen valor para él. Me sucede, entonces,
que comprendo la tristeza del zorro y del puma que no comprenden el por qué son
empujados hacia terrenos donde van a morir y siento el desconcierto del águila
que no sabe por qué ya no puede volar en el aire contaminado con azufres y
otras demoníacas cosas que la ahogan, la debilitan y la matan. Entonces me
sucede que quiero escapar, antes de que me destruyan a mí, pero no encuentro un
lugar donde instalarme, con mi familia, y vivir fuera de peligro. Me sucede,
entonces, que descubro, con horror, que el hombre ya está en todas partes.