Me sucede que
a veces hago locuras sólo con el afán de ver felices a los demás. Entonces me
sucede que siento una felicidad tan tremenda que a fin de cuentas no es otra
cosa que la suma de todas las felicidades que he causado con mi locura de
turno. Me sucede, entonces, que quisiera que el tiempo se detuviera para
quedarme, así, feliz para siempre. En ese momento es cuando me sucede que
entiendo aquello de que la felicidad es como un caramelo y hay que gustarla
hasta que se acaba, no importa lo que nos haya costado. Intenta hacer feliz a
alguien y te sucederá que entenderás de qué estoy hablando.